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Parque próximo a la Cooperativa en el que se han encontrado varios restos de alimentos envenenados

Cebos cada vez más letales

Un informe alerta sobre la «inquietante» reiteración de envenamientos a animales en la región

ANTONIO ARMERO

Lunes, 25 de enero 2016, 13:52

Alguien cogió un trozo de chorizo fresco, lo abrió a lo largo y colocó dentro una buena dosis de carbofurano. La consecuencia fue directa: murieron cinco perros y tres gatos. Sucedió en Monesterio hace unos días, y el informe pericial sobre el caso aclara que no se trata de un hecho aislado, sino de un episodio que refrenda una realidad a la que conviene prestar atención.

«La persistencia de los casos de envenenamiento y las cantidades de tóxicos encontradas son datos que, sin alarmismos, podemos definir como inquietantes». La reflexión figura en el informe pericial del caso, firmado por un técnico de la Junta de Extremadura y que existe gracias a que el pasado día 4, un ciudadano vio el trozo de embutido y avisó a un agente del Medio Natural. Los miembros de este colectivo, dependiente de la administración regional, tienen la consideración de agentes de la autoridad y competencias como policía judicial genérica. El agente recogió la muestra, la custodió e hizo las primeras averiguaciones. La prueba se envió al laboratorio de toxicología de la facultad de Veterinaria de la Universidad de Extremadura y el resultado fue concluyente: positivo por carbofurano, un plaguicida prohibido en la Unión Europea por su elevada toxicidad.

Pese a ser ilegal, «actualmente se sigue utilizando para envenenar por su marcado efecto letal, es decir, con poca cantidad mueren muchos animales o de elevado peso», constata el informe elaborado tras el hallazgo del cebo en Monesterio. En esta localidad, y en ese mismo jardín público, habían aparecido en los días anteriores otras tres muestras de trampas con sustancias tóxicas. Y un año antes, en concreto el 7 de enero de 2015, en el municipio pacense de Villanueva del Fresno fue localizado otro cebo, en aquella ocasión a base de bromadiolona un componente habitual en algunos raticidas escondida en unas salchichas cocidas.

Desenlace rápido

En el caso del carbofurano, se presenta en forma líquida o en gránulos de apariencia similar a la sal gorda de color lila en el cebo utilizado en Monesterio, y su efecto es mortal en minutos o en horas, en función de la cantidad, según se explica en el informe pericial. En él se detalla la sintomatología típica que aparece inmediatamente después de la ingestión: debilidad, sudor, jadeos, mareos, vértigo, dificultad respiratoria, contracción de las pupilas, náuseas y vómitos, diarreas y dolor abdominal agudo acompañado de visión borrosa. «Minutos después continúa aparecen contracciones musculares y fuertes espasmos y convulsiones, pérdida de la coordinación muscular motora y cese de la respiración».

Este documento, que serviría como prueba judicial en el caso de que la investigación diera con un posible culpable, reseña que según los datos de que dispone la dirección general de Medio Ambiente, «el uso de cebos envenenados, lejos de ser una práctica erradicada, se ha mantenido en las últimas décadas». Con una circunstancia agravante: «Las sustancias tóxicas empleadas en los últimos años son muy numerosas y con un poder letal muy superior a los antiguos venenos como la estricnina y otros». Y reseña otro aspecto aún más grave: «La utilización de estos cebos envenenados en lugares públicos y frecuentados por niños, como en este caso (en referencia a Monesterio) es un jardín público, aumenta considerablemente la peligrosidad».

Un motivo a tener muy presente es que «el carbofurano puede ingresar en cualquier organismo vivo por vía cutánea, respiratoria y digestiva», detalla la práctica pericial, que especifica que «los peligros para la salud pública de estos compuestos son exactamente iguales que para el caso de la fauna a la que va dirigida en primera instancia». «Es también habitual llama la atención el autor que la colocación de cebos envenenados conlleve efectos colaterales no deseados que se vuelven en contra de los propios impulsores de su uso. Se trata de la afectación a especies que forman parte de la alimentación humana (lechones, corderos o terneros), de la gastronomía popular extremeña (peces de río, liebres, esta última con un comprobado comportamiento de consumo de cadáveres) e incluso de animales pertenecientes a los rebaños de las explotaciones ganaderas».

Los peligros para la salud pública de esta sustancia son los mismos que para la fauna, advierte la pericial.

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