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Cristina Bayón junto a Eduardo Rocón y el robot
Una monesteriense investiga la rehabilitación de la marcha en niños con parálisis cerebral

Una monesteriense investiga la rehabilitación de la marcha en niños con parálisis cerebral

Cristina Bayón está realizando su doctorado en el CSIC y participa en el proyecto C.P. Walker

ISABEL AMBRONA

Martes, 23 de febrero 2016, 13:39

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La monesteriense Cristina Bayón, que actualmente se encuentra realizando el doctorado en el grupo de Ingeniería Neurálgico-Cognitiva del Centro de Automática y Robótica del CSIC en Madrid, es una de las investigadoras que está participando en un proyecto para la rehabilitación de la marcha en niños con parálisis cerebral, llamado C.P. Walker.

Según nos cuenta la joven, el proyecto empezó en el 2013 y en él colaboran tres centros: El Instituto de Biomecánica de Valencia, el Hospital Niño Jesús de Madrid y el Centro de Automática y Robótica del CSIC, en Madrid. Su principal investigador es Eduardo Rocón.

En 2013 tan sólo se realizó el diseño mecánico del robot en Valencia. A nosotros no nos llega hasta 2014, que es cuando entra en el CSIC, y, hasta hace unos meses, finales de 2015, no se han empezado a hacer las pruebas con niños en el Hospital Niño Jesús de Madrid. Nosotros nos encargamos del diseño electrónico y del control del dispositivo, es decir, de hacer la interfaz entre el robot y el niño, de los algoritmos de control, etc, relata Cristina.

Y es que en el CSIC, no sólo tratan la parálisis cerebral, también tratamos ictus, temblor esencial, parkinson y lesión medular, pero yo me centro más en la parálisis, añade.

El robot

El robot que desde el CSIC se ha diseñado es una plataforma de rehabilitación para niños con parálisis cerebral compuesto principalmente por dos partes: un andador inteligente, que hace de soporte y equilibrio para que los pacientes puedan caminar sin caerse; y, por otra, consta de un exoesqueleto unido al andador y a través del cual se realiza el movimiento guiado de las articulaciones.

Los niños no pueden mover sus piernas, o si las mueven, lo hacen mal. Lo que nosotros tratamos de hacer es que a través del movimiento de los motores del exoesqueleto los pequeños puedan aprender patrones de marcha adecuados. Actualmente estamos trabajando con niños de entre 12 y 16 años de edad, afirma.

A la hora de dirigir al robot, Cristina y sus compañeros, según relata la monesteriense, pueden hacerlo de dos formas: la primera de ellas es a través de un ordenador o tablet donde programamos la terapia como la velocidad de la marcha o si quieren que haga más extensión o flexión de cadera o de rodilla. Son unos parámetros que programamos, o bien nosotros, en este caso, o el fisioterapeuta. Toda esta información se manda con un comando para que el robot empiece directamente a caminar y el niño se deje llevar y comience a andar, explica.

La otra forma es a través de una unidad de análisis electroencefalográfico. Se trata de un casco que se pone en la cabeza del paciente, a través del cual, los investigadores miden la intención que el niño tiene de caminar. Si se detecta que el paciente tiene esa intención, el robot empieza a moverse.

La validación con esta última forma se ha realizado tan sólo con un paciente porque a parte de que teníamos poco tiempo, la unidad de análisis encefalográfico necesita un trabajo previo con el niño antes de que se monte en el robot. Deben pasar por una cirugía, denominada, ortopédica multinivel, tras la cual tienen que estar varios meses en cama y hasta dos años de rehabilitación.

Estos dos primeros meses después de la cirugía los aprovechamos para entrenar con ellos. Les ponemos unas gafas de realidad virtual y el casco de electroencefalografía. Ellos ven un avatar en primera persona en un videojuego y empezamos a decirles que piensen en que quieren caminar para entrenarlos en tener esa intención de movimiento. Cuando el casco detecta esa intención, el avatar comienza a andar. Los niños que han conseguido mover al robot en el videojuego son con los que después se prueba el robot con el casco.

La validación hecha desde octubre a diciembre se hizo solo con cuatro niños. Uno de ellos probó el electroencefalograma y los otros restantes el andador con el exoesqueleto. Ahora en marzo o abril queremos ir de nuevo al hospital para realizar otra nueva validación donde incluiremos también la articulación de tobillo, ya que que ahora mismo sólo movíamos su cadera y rodilla y el tobillo estaba libre. De hecho queremos ponerle un exoesqueleto nuevo, ya lo hemos diseñado y estamos esperando a que lo fabriquen, queremos ponerle en ese exoesqueleto el motor del tobillo y dar un grado más de libertad para la cadera, concluye.

Dejando un poco de lado las cuestiones técnicas y adentrándonos un poco más en las sensaciones y vivencias de Cristina, ella misma nos comentaba que a nivel personal, cuando acabó la Ingeniería no tenía ninguna intención de hacer el doctorado, de hecho, empecé a trabajar en una empresa privada, pero, por casualidades de la vida he llegado aquí, al CSIC, a través de una beca, y la verdad es que todo ha sido una gran sorpresa porque estoy muy contenta con el trabajo que estoy desarrollando. También tengo la suerte de trabajar en el hospital con niños, lo que todavía hace que te sientas más realizada con tu trabajo.

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